Una realidad insoportable
Sentía un picor en el brazo izquierdo, pero no se rascó. Recordó que él siempre se lo impedía, ya que parecían preocuparle esos arrebatos de picores que ella sufría.
Hacía viento y se colocó el pelo detrás de la oreja con la cabeza aún agachada, mirando fijamente la orilla del lago. No quería levantarla, porque sabía que si lo hacía le volvería a suceder:
– Las montañas no son rojas, las montañas no son rojas… – repetía para sí.
Carla Ibáñez Barquet